Capítulo 3 -
Recibiendo el regalo
En las páginas previas, vimos algunas cuestiones sobre el bautismo en el
Espíritu Santo que pueden estar en la mente de algunas personas. El objetivo
era demostrar que no significa lo mismo que ser salvo, ni lo mismo que el
bautismo de agua, sino que es un don previsto para el ministerio espiritual.
Además, demostramos también que Jesús y los apóstoles no comenzaron su misión
antes de haber recibido este don.
Ahora, en la actualidad, también podemos recibir este don de Dios. Los
siguientes puntos a considerar se refieren al tema de recibir el don:
LAS
PUERTAS CERRADAS
- (Hch 2:38) Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo.
Antes no podemos recibir nada de Dios. Primero debemos abrir “las puertas
cerradas” de nuestro corazón, es decir, confesar a Dios esos pecados que aún
no hemos abandonado. Si tenemos pecado y amargura en nuestro corazón y no
queremos renunciar a ellos, puede que no seamos capaces de experimentar el
bautismo del Espíritu Santo. Por eso, cuando Pedro predicó en Pentecostés,
primero habló de arrepentimiento y luego de eso acerca del don del Espíritu
Santo –ese es siempre el orden.
Nosotros no podemos cambiar nuestra naturaleza por nosotros mismos, pero
podemos arrepentirnos de nuestros malos hábitos: amargura, rencor, y
ocultismo, no entregar nuestra vida completa a Dios, etc. Cuando confesamos
estas actitudes erradas a Dios, somos inmediatamente purificados por la sangre
de Jesús:
- (1 Jn 1:7) Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión
unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado.
Luego, es importante que tengamos los motivos correctos para querer el
bautismo del Espíritu Santo. Si nuestra intención es ser felices, sin dudas
estamos equivocados. También si nuestra intención es enorgullecernos del
“tremendo poder”, nos estamos equivocando. El Espíritu Santo siempre quiere
darle gloria sólo a Jesucristo, no a hombres y sus mentes orgullosas.
- (Jn 16:14) El me glorificará, porque tomará de lo mío, y os lo
hará saber.
- (Stg 4:6) Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los
soberbios y da gracia a los humildes.
RECIBIENDO POR GRACIA. Del
mismo modo que somos salvos, recibir el bautismo del Espíritu Santo está
basado en la gracia. Al tratarse de una gracia, significa que nunca seremos
tan buenos y perfectos como para poder recibirlo mediante nuestras buenas
obras. No se nos da después de una larga batalla de santificación, sino de
pura gracia, tal como la salvación. Viéndolo desde el otro lado, si estamos en
Cristo ninguno de nosotros puede ser tan malo que no pueda recibir este
regalo. Nuestra bondad y maldad no nos impiden recibir este don:
- (Hch 10:45) Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se
quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don
del Espíritu Santo.
- (Hch 11:15-17) Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos
también, como sobre nosotros al principio, entonces me acordé de lo dicho por
el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo.
Si Dios, pues, les concedió el mismo don que a nosotros que
hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para que pudiese estorbar a
Dios?
SALVADOR GLORIFICADO. Recibir
la salvación siempre depende de lo que Jesús ha hecho primeramente por
nosotros. Se basa en el hecho de que Él cargó nuestros pecados en la cruz y
nos reconcilió con Dios de modo tal que ya no necesitamos tratar de merecer la
salvación.
Recibir el don del Espíritu Santo también está basado en lo que Jesús ha
hecho. De acuerdo a la Biblia, el derramamiento del Espíritu Santo depende
específicamente del hecho que Jesús ha sido glorificado y exaltado a la
diestra del Padre. El propósito básicamente era indicar que Jesús es el Señor
y que se ha ido a sentar a la derecha del Padre.
Así, siendo que Jesús ya ha sido glorificado y el Espíritu Santo derramado
hace 2,000 atrás en Pentecostés, no necesitamos esperar más: Nosotros podemos
recibir ese don. No tiene nada que ver con nuestros méritos o buenas obras, se
basa solamente en los meritos de Cristo y es su regalo a la congregación:
- (Jn 7:37-39) En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y
alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en
mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no
había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
- (Hch 2:33-36) Así que, exaltado por la diestra de Dios, y
habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado
esto que vosotros veis y oís.
Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que este Jesús a quien
vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
- (He 1:3) El cual, siendo el resplandor de su Gloria, y la imagen misma de su
sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder,
habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se
sentó a la diestra de la majestad en las alturas.
- (Jn 15:26) Pero cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del
Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio
acerca de mí.
- (Jn 16:7) Pero yo os digo la verdad, os conviene que yo me vaya; porque si
no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo
enviaré.
Watchman Nee ha escrito muy bien acerca de cómo Jesús ya ha sido glorificado y
por eso el Espíritu Santo ha sido derramado. Lo que necesitamos hacer es tan
solo recibir el regalo que ya se nos ha sido dado:
Los hechos divinos son la base de toda experiencia espiritual. El Espíritu
Santo no se recibe por los esfuerzos humanos, sino depositando la fe en lo que
el Señor ha hecho.
Si todavía no hemos experimentado esto, oremos a Dios para que Él nos
muestre que el bautismo del Espíritu Santo es el regalo de un Señor
glorificado a su congregación. Aquí es donde nuestros esfuerzos propios
acaban, y los ruegos serán reemplazados por alabanzas. Comprender lo que el
Señor ha hecho por todo el mundo acaba con nuestros esfuerzos propios para
alcanzar el perdón de nuestros pecados, y comprendiendo lo que nuestro Señor
ha hecho por la congregación acabará con nuestros esfuerzos propios para
recibir el Espíritu Santo. Hacemos mucho solo porque no hemos visto las obras
de Cristo. Cuando las veamos, se creará la fe en nuestros corazones y
seguidamente tendremos experiencias de ello.
Tiempo atrás, un joven que había sido convertida hacía tan solo cinco
semanas, habiendo sido una fuerte oponente del Evangelio antes de llegar a
eso, vino a una reunión donde se predicaban estas cosas. Cuando volvió a su
casa, oró desde el corazón: “Ahora veo que Tú has sido glorificado y te pido
me concedas experimentar el poder del Espíritu Santo.” Pero en seguida se
corrigió a sí mismo así: “Señor, eso estuvo mal. Somos compañeros, y el Padre
nos ha prometido dos cosas –gloria a Ti y el Espíritu a mí. Y como Tú ya
tienes gloria, está claro que yo también tengo el Espíritu. Te alabo porque ya
has recibido la gloria y me has dado el Espíritu.” Desde ese día en adelante,
ese hombre supo que el Espíritu vivía en él. (3)
NO ES NECESARIO ESPERAR. Como
el Espíritu Santo ya ha sido dado a la congregación, no tenemos necesidad de
esperarlo más. Algunos creen que así como los apóstoles tuvieron que esperar
cierto tiempo en Jerusalén, ellos también tienen que esperar.
Sin embargo, los discípulos tuvieron que esperar “porque el Espíritu
Santo aún no les había sido dado; porque Jesús aún no había sido glorificado” (Jn
7:39). Ellos tuvieron que esperar hasta cierto momento histórico, el día de
Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a la tierra de acuerdo a la promesa
de Jesús:
- (Jn 16:7) Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya;
porque si no me fuese, el consolador no vendría a vosotros; mas si me
fuere, os lo enviaré.
- (Hch 2:1) Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos
unánimes juntos.
El Espíritu Santo ya ha venido al mundo –no es necesario esperarlo. Después
del Pentecostés la gente puede recibir el don del Espíritu Santo
inmediatamente después de que alguien haya orado por ellos. Eso sucedió en
Samaria (Hch 8), y en la vida de Pablo (Hch 9), y con los creyentes de Éfeso
(Hch 19) –ellos recibieron el Espíritu Santo inmediatamente sin necesidad de
esperar. También en la casa de Cornelio las personas fueron salvas y
recibieron el don del Espíritu Santo inmediatamente sin tener que esperar (Hch
10).
Así, en lo que respecta a la salvación y al bautismo en el Espíritu Santo,
no necesitamos esperar más por ellos. Tenemos que recibir al primer y al
segundo Consolador: Jesucristo y el Espíritu Santo:
- (1 Jn 2:1) Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si
alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo
el justo.
- (Jn 14:16) Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el
mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros, y estará con vosotros.
Por eso, cuando alguien recibe a Cristo, él o ella se convierten en un hijo de
Dios y serán salvos. Y cuando él o ella reciben el Espíritu Santo, recibirán
el don del Espíritu Santo, que es el bautismo del Espíritu Santo:
- (Jn 1:12) Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad
de varón, sino de Dios.
- (Hch 19:2) Les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y
ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
RECIBIENDO EL REGALO. El
bautismo del Espíritu Santo es un regalo, tal como la salvación es un regalo.
Y porque es un regalo, este don no depende de nuestra maldad ni de nuestra
bondad. No necesitamos orar y pedir este don miles de veces, solamente podemos
recibirlo o rechazarlo.
Es como alguien que visita a sus amigos y le ofrecen café. Sus anfitriones
están dispuestos todo el tiempo a dárselo, pero él se queda pidiéndolo
mientras se rehúsa a tomarlo:
“Recuerdo una graciosa historia de una hermana que estuvo esperando la
plenitud del Espíritu y siempre suspiraba cuando Dios no la llenaba. Un
predicador, que oraba por las personas que querían recibir el bautismo del
Espíritu Santo, visitó su congregación. Una vez más esta hermana suspiró y se
quedó sin ser llena del Espíritu. Entonces invitó a este predicador y a unos
pocos amigos a tomar un café en su casa. Mientras ella preparaba el café el
predicador dijo: “Oh, si tan solo pudiera tomar una taza de café.”
La hermana contestó: “Sólo un momento, hermano, y el café estará listo.”
Al rato, el predicador suspiró de nuevo y dijo, “Oh, si tan solo pudiera
tomar una taza de café.”
La hermana trató de apurarse, puso las tazas sobre la mesa, y sirvió el
café. Los invitados tomaran las tazas y empezaron a beber el café, pero el
predicador suspiró profundamente y dijo, “si tan solo pudiera tomar una taza
de café.”
A estas alturas la hermana ya estaba bastante enojada y dijo, “puede
servirse, pastor, el café ya está en la taza.”
Entonces el hermano dijo, “Hermana, tú actúas así. El Señor ha hecho todo
por ti. Sólo tienes que recibir y el Señor te llenará con su Espíritu Santo.”
Eso ayudó a la hermana, que así entendió que el bautismo en el Espíritu Santo
era un regalo que se puede recibir sin suspirar, simplemente recibiendo la
dádiva perfecta. ¡Alabado sea el Señor!” (4)
LA FE Y LOS SENTIMIENTOS
- (Mr 11:24) Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que
lo recibiréis y os vendrá.
- (1 Jn 5:14-15) Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
una cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que le pidamos, sabemos que
tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
Cuando recibimos salvación, siempre es por medio de la fe. No experimentamos
necesariamente sentimientos especiales al momento de recibirla. Es que no
alcanzamos la certeza de la salvación por fijarnos en nuestros sentimientos o
nosotros mismos sino mirando a la Palabra. Los sentimientos pueden fluir en su
propio momento, por supuesto.
Lo mismo sucede con el bautismo del Espíritu Santo. Cuando lo recibimos
podemos estar felices, deprimidos o tristes –nuestras emociones no importan.
Es como tener mil dólares en el bolsillo: ¡Los tienes sin importar como te
sientas!
Además, cuando recibimos el bautismo del Espíritu Santo de Dios, podemos
dar gracias por el don ya por adelantado. Así como es cortés agradecer al
anfitrión por las masas y el café que nos ha servido, ciertamente también es
adecuado cuando se trata de los dones de Dios. Uno también puede poner sus
propias manos sobre sí mismo y recordar exactamente cuándo fue que creyó que
recibió el don.
R.A. Torrey relató un ejemplo sobre recibir el don del Espíritu Santo.
“- ¿Has recibido el bautismo del Espíritu Santo?
- No lo siento.
- No era eso lo que pregunté. ¡Lee esos versículos otra vez!
La Biblia estaba abierta en 1 Juan 5, y él leyó los versículos 14 y 15, “Y
esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos una cosa conforme a su
voluntad, él nos oye”.
- Espera un momento; esta oración ¿estaba de acuerdo con la voluntad de Dios?
- Lo estaba, sin dudas.
- ¿La oyó Dios?
- Sí, lo hizo.
- Sigue leyendo.
-“Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que le pidamos, sabemos que
tenemos las peticiones que le hayamos hecho.”
-¿Qué es lo que sabemos entonces?
- Sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
- ¿Qué has pedido tú?
- El bautismo del Espíritu Santo.
- ¿Lo tienes?
- No lo siento, pero si Dios dice que es así, debo tenerlo.
Pocos días después, la encontré de nuevo y le pregunté si ella realmente había
recibido lo que había asido con sincera fe.
Su rostro se puso feliz cuando contestó: “Lo tengo” (5).
EL TEMOR DE QUE ALGO ESTA MAL. Si
estamos esperando recibir el bautismo del Espíritu Santo por medio de la
imposición de manos, es muy importante que no permitamos que lo hagan personas
indignas de nuestra confianza. (Sin embargo, no debemos ser extremistas en
esto. Muchos piensan que son grandes “expertos” en esta área y juzgan mal a
los siervos de Dios.) Los espíritus malos fácilmente pueden mudarse de una
persona a otra y causar mucho sufrimiento hasta que uno se libre de ellos.
- (Stg 4:7) Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros.
Por el otro lado, si uno quiere ser bautizado con el Espíritu Santo y ha sido
salvo, y roto todo vínculo con, por ejemplo, el ocultismo, y se ha refugiado
en la sangre de Cristo, no hay ningún temor de ningún espíritu malo. Jesús
mismo dice:
- (Lc 11:11-13) ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide un pan, le dará una
piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente?
¿O si pide un huevo, le dará un escorpión?
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan?
LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN. Cuando
recibimos el bautismo del Espíritu Santo, es solo el comienzo de una nueva
etapa de la vida. No hace a nadie perfecto, aunque puede ayudar a la vida
espiritual y al ministerio.
Por otro lado, cuando hemos recibido por primera vez el bautismo del
Espíritu Santo, más adelante podemos ser llenos del Espíritu Santo de una
manera más completa. Por ejemplo, Niilo Yli-Vaino, un famoso predicador finés
que Dios usó para traer un avivamiento, recibió el bautismo del Espíritu Santo
y el don de lenguas por primera vez en 1946, pero fue aún más lleno del
Espíritu Santo más adelante, en 1977. Una de las causas de ello fue que él
constantemente le pedía a Dios que le diera más poder para que más personas
pudiesen ser salvas. Dios contestó sus oraciones.
Por cierto, después de haber sido bautizado en el Espíritu Santo, la
oración es significante. Si uno descuida la oración, puede convertirse en algo
así como un tamiz agujereado. Pero si uno persevera constantemente en oración,
también puede ser lleno del Espíritu Santo, como les sucedió por cierto a los
apóstoles el día de Pentecostés:
- (Hch 4:31) Y cuando hubieron orado, el lugar donde estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y
hablaban con denuedo la palabra de Dios.
CAUSA Y EFECTO. Cuando
se quiere recibir el bautismo del Espíritu Santo, es importante que no
pongamos las cosas al revés. Muchos han intentado recibir el don de hablar en
lenguas u otros dones por el estilo por medio de “presiones”, sin comprender
que el don de lenguas es un resultado del bautismo del Espíritu Santo, no su
causa. Nadie puede hablar en lenguas dadas por Dios hasta que primero el
Espíritu traiga palabras nuevas a su mente (es ahí cuando deberíamos tener el
valor de abrir nuestra boca).
También es posible que ese hablar en lenguas que ha sido obtenido mediante
“presiones” o “por la fuerza”, no sea en absoluto un don dado por Dios, sino
un don sicológico del cual uno tendría que apartarse (si alguien repite las
mismas palabras una y otra vez miles de veces y finalmente recibe el don de
ese modo, probablemente no sea un don de Dios.)
Por otro lado, podemos cuestionar que el hablar en lenguas sea el único
resultado del bautismo del Espíritu Santo. Aún si durante el tiempo de los
apóstoles era el signo más común, y aún vale la pena orar por él, no podemos
decir que siempre le sigue al bautismo del Espíritu Santo.
- (1 Co 12:8, 10, 11) Porque a éste le es dada por el Espíritu palabra de
sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu.’
A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de
espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro,
interpretación de lenguas.
Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada
uno en particular como él quiere.
- (1 Co 12:30) ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan
todos?
R.A. Torrey, que escribió el libro (The Baptism with the Holy Spirit), observó
que en sus tiempos, alrededor de 1800, difícilmente se encontraba alguien que
hablase en lenguas, aunque muchos habían experimentado el bautismo del
Espíritu Santo. Él dijo:
“Cuando yo
analicé el bautismo del Espíritu Santo, desde el comienzo noté que muchos que
habían sido bautizados “hablaban en lenguas”, lo cual hizo surgir la cuestión:
“Si una persona ha sido bautizada con el Espíritu Santo, ¿tiene que hablar en
lenguas? Pero no hallé a nadie que hablara en lenguas, y por eso me preguntaba
a menudo si había alguna persona en esos tiempos que realmente había sido
bautizada por el Espíritu Santo.” (6)
REFERENCIAS:
1. Niilo Yli-Vainio, Sinä voit täytttyä Pyhällä Hengellä, contratapa
2. R.A.Torrey, (The Baptism with the Holy Spirit)
3. Watchman Nee, (THE NORMAL CHRISTIAN LIFE), p.52
4. Niilo Yli-Vainio, Sinä voit täytttyä Pyhällä Hengellä, p.30
5. R.A.Torrey,
(The Baptism with the Holy Spirit),
p.60,61
6. Idem, p.16
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