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Sé renovado mediante la oración

 

 

CAPÍTULO 1 -

Falta de conocimiento de la Justicia

 

 

Uno de los obstáculos más comunes que impiden la oración puede ser lo que dice la frase anterior: no comprender que Cristo es nuestra Justicia y que podemos acercarnos a Dios por medio de Él. Si uno no entiende ni se da plenamente cuenta de esta realidad fundamental, es prácticamente imposible orar con confianza.

   En cambio puede suceder que nos concentremos en nosotros mismos y nuestras imperfecciones, y ni siquiera esperemos que Dios pueda responder nuestras oraciones. Puede ser que nos sintamos indignos y pensemos que solamente esas personas que son más santas recibirán respuesta de Dios a sus oraciones. Como resultado de un pobre entendimiento de la justicia, no tendremos una relación de confianza con Dios en absoluto. Para aclarar esto estudiaremos el tema a la luz de los siguientes ejemplos. Ellos nos muestran la base correcta para que podamos orar confiadamente a Dios:

 

Acceso por medio de Jesús. En primer lugar, cualquier persona que quiere adentrarse a orar debería entender que puede dirigirse a Dios en cualquier momento, pero solamente por medio de Jesucristo y su sangre. Nuestro derecho a ser recibidos por Dios no se basa en algo en nosotros, la base es la completa obra de Jesucristo y su sangre. Jesús pagó nuestra entrada y es nuestro Mediador. Por eso, si tratamos de aproximarnos a Dios de alguna otra manera o mediante nuestras propias obras, no es sorprendente si no tenemos confianza en nuestra oración. En nuestras oraciones sin Jesús faltará la certeza:

 

- (Ef 2:13,18) Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.

 

- (Ef 3:11-12) Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.

 

- (He 10:19,22) Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,

Acerquémonos con corazones sinceros, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

 

Watchman Nee describió la misma cosa. Él remarcó que usualmente la gente basa su derecho a acceder a Dios en lo bien que ellos han obedecido, no en la redención de Cristo. Las personas suelen pensar que si han sido capaces de cumplir bien, entonces Dios los recibirá. Si fallan, pueden pensar lo contrario:

 

“Estoy casi seguro que nuestros pensamientos son algo así: “Hoy me comporté como debo. La palabra de Dios me pareció cálida y vivificante esta mañana –seguramente ahora puedo presentarme ante Dios en oración”. O: “Tuvimos una reyerta en casa esta mañana, y todavía no se ha solucionado. Ir a la presencia de Dios ahora es imposible.

   ¿En qué nos basamos para venir a la presencia de Dios? ¿En el fundamento de nuestros siempre cambiantes sentimientos? ¿Crees que lo que has sido capaz de cumplir el día de hoy decidirá si Dios habrá de recibirte o no? ¿O tu valor para acercarte a Dios está basado en la sangre de Cristo que ha sido derramada por ti, y en el hecho que Dios mira esa sangre y está satisfecho? Tú podrás cambiar, pero la sangre de Cristo nunca cambia. Por eso, puedes venir a Dios en cualquier momento, sin dudar. No son nuestros logros de hoy, de ayer o de antes de ayer lo que nos garantiza el acceso al Lugar Santísimo. Sólo la sangre de Cristo nos garantiza eso. Bajo la protección de la sangre de Cristo puedes ir a la presencia de Dios, independientemente de lo bueno o malo que haya sido tu día, o si has pecado a conciencia  o inconscientemente.” (1)

 

Su nombre. En Segundo lugar, cabe recalcar que cuando nos volvemos  hacia Dios y oramos, lo podemos hacer solamente en el nombre de Jesús, y en ningún otro nombre. Concretamente significa que no tenemos que basarnos en nosotros ni en nuestras vidas imperfectas, sino en Jesús, como fue mencionado recién.

   Dios Padre nos recibe en el nombre de Jesús, no en nuestro propio nombre. Para Él está bien así, es como si le pagásemos el valor de una entrada. No hacen falta otros nombres ni hace falta pagar otros tickets de entrada:

 

- (Jn 14:13-14) Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Si algo pedís en mi nombre, yo lo hare.

 

- (Jn 15:16) No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto  para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre al en mi nombre, él os dé.

 

- (Jn 16:23-24, 26-27) 23 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.

24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.

 

Su justicia. La tercera cosa importante es la justicia de Jesús. Es que si Jesús ha entrado en nuestras vidas y ha llegado a ser nuestro Salvador, también hemos recibido Su justicia. Eso significa que nuestra aceptación de parte de Dios ya no depende de nosotros mismos, sino de Jesús, quien ya ha cumplido todas las demandas de Dios y de la Ley. Él es nuestra justicia, y entonces, de hecho somos tan aceptados ante el Padre como Él lo es.

  Por eso, lo mejor que podemos hacer es dejar de mirarnos a nosotros mismos y a nuestras faltas y mirarlo a Él que es nuestra justicia. Si hacemos esto no nos será difícil acercarnos a Dios en oración:

 

- (1 Co 1:30-31) Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

 31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

 

- (Ro 3:26) 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

 

- (Ro 5:1) Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.

 

- (Ro 5:19) Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

 

Además, cuando se trata de la justicia de Cristo, es bueno recordar que no hay diferencia entre las personas. Por ejemplo, no hay diferencia entre Pablo y los creyentes de hoy. De la misma manera, tampoco hay diferencia entre Elías, ese gran héroe de la fe, y nosotros, porque él no era más justo que ninguno de nosotros. Dios oyó su oración, a pesar de su imperfección:

 

- (Stg 5:16-18) Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.

18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

                                                             

Dios oye. Es importante comprender que Dios oye nuestras oraciones. Es muy común que concentremos nuestra atención en nosotros mismos o en nuestra propia fe al orar -¿Tengo suficiente fe como para que Dios me responda?- en lugar de esperar simplemente la respuesta de Dios a nuestras oraciones. En otras palabras, podemos quedarnos estancados observándonos a nosotros mismos, y concentrarnos en nuestras vidas o en el grado de fe que tengamos. Todo eso no sirve de nada.

   ¿Cómo puede solucionarse ese problema? La única forma es dejando de concentrarnos en nosotros y nuestra fe y comenzar a enfocarnos en las promesas de Dios. Como hay muchos versículos de la Biblia que dicen que Él oye y contesta nuestras oraciones, sería sabio confiar en ellos. Debemos prestarle atención a Sus promesas y no a nosotros mismos o a nuestra fe:

 

- (Gn 17:20) Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación.

 

- (1 S 1:27) Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí.

 

- (2 S 22:7) En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó a sus oídos.

 

- (2 R 19:20) Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: “Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: He oído lo que me pediste acerca de Senaquerib, rey de Asiria. 

 

- (2 C 30:27) Después los sacerdotes y levitas, puestos de pie, bendijeron al pueblo; y fue oída su voz, y su oración llegó hasta el cielo, su santa morada

 

- (Es 8:23) Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio.

 

- (Sal 66:19-20) Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica.

20 Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.

 

- (Sal 6:9) Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración.

 

- (Sal 65:2) Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne.

 

- (Mt 7:7-8) Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

 

- (Jn 14:13-14) Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

 

- (Mt 7:11) 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?

 

- (1 P 3:12) Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

 

- (1 Jn 5:14) Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Jesús es el camino, y la verdad, y la vida (Jn 14:6)

 

 

  

 

Echa mano de la vida eterna
(1 Ti 6:12)